Campamento Miedo by Jaime Alfonso Sandoval

Campamento Miedo by Jaime Alfonso Sandoval

autor:Jaime Alfonso Sandoval [Sandoval, Jaime Alfonso]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-318-160-0
editor: Penguin Random House Grupo Editorial México
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


El grito de Rina ocultó mi propio grito. Salí corriendo de la casa de los guías. No lo podía creer, ¡habían atacado a Rina!

Y además me daba cuenta de algo más: ¡alguien nos había traicionado!

CAPÍTULO 17

Una venganza

—Peques, no tienen idea de la emoción que me da anunciar esto —confesó Doris, feliz, en el gran pabellón—. Ya hay un equipo ganador de la carrera de las siete estrellas. Y fueron… ¡las niñas! ¡Chiquitinas, tienen siete puntos! Con 41 en el marcador vuelven a recuperar fuerza en la competencia.

La exclamación de las campistas resonó por el pabellón general. Los niños se miraron con molestia, culpaban a Gonzo y a Micky por su caótico liderazgo en la carrera.

—Las peques encontraron tres —Doris señaló las estrellas de metal que estaban sobre una mesa—. Los niños, dos; una estrella nunca apareció, ¡qué contrariedad! Y la última pieza no se asignó a nadie… por el problemita.

—¿Problemita? Estos niños son unas bestias del mal —comentó Vera, a su lado—. ¡Siempre buscando la chapuza!

Empuñó el feo bastón. La directora lucía arrogante, cruel y lista para burlarse de los niños, es decir, normal, como si nada hubiera pasado. Mientras, yo seguía temblando por lo que acababa de ver en la casa de los guías. Al salir corriendo, una hora atrás, al único que encontré fue a Edi, que hacía guardia. Vio mi palidez y expresión de horror.

—¿Qué pasó? ¿Dónde está Rina? —preguntó tenso.

—Alguien nos traicionó —alcancé a decir—. Pasó algo horrible, ni lo imaginas.

No pude agregar algo más porque, a pocos metros, vimos que se aproximaban otros niños, acompañados de Paco.

—Amiguitos, ¿qué hacen ahí parados? —nos amonestó el guía—. Si quieren ganar, deben moverse y buscar; vengan, les ayudaré.

Unos cuarenta minutos después sonó la chicharra llamando a la asamblea de grupos. Eso quería decir que la competencia había terminado. Llegaron todos los campistas menos Rina. Mi mente daba vueltas: ¿estaba bien? ¿Sobrevivió al ataque? ¡Claro que lo hizo! Pero… ¿y si no? Debí defenderla… ¿y con qué? Me carcomía la preocupación, la culpa… entonces vi al fondo del pabellón a Azul, tenía una cara parecida a la mía, pálida, de labios apretados. Recordé que no llegó a la misión. Tuve un mal pensamiento: ¿y si fue ella? ¡Debía ser! ¡Esa niñita nerviosa nos traicionó! Y ahora todos estábamos en peligro.

—Por desgracia no todo salió bien en la carrera —continuó Doris—. Algunos de ustedes se portaron fatal el día de hoy. ¡Qué decepción, peques!

Sentí que me iba a desmayar, ¿y si sabía todo?

—Los batracios Beatriz y Reynaldo, ¡pasen al escenario! —ladró Vera—. ¡Ahora!

—Bety y Aldo —aclaró Doris, con tono más suave—. De prisa, chiquitines, esto es un poquito serio.

Sentí cómo me escurría un sudor frío por la espalda. El conserje Herminio y la guía Nancy subieron a Aldo y a Bety al escenario, los dos parecían muy tensos. Noté que tenían rasguños en la cara.

—Peques, ya saben que en el campamento del AMORS están prohibidas las peleas —comenzó Doris—. Están aquí para mejorar, pero resulta que estos dos chiquitines —señaló



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